martes, 24 de mayo de 2011

PUERTO MADRYN III

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en puerto pirámides: una casita en la playa.. con una puerta, con dos ventanas.. una casita en la playa


IX

Viento en Pirámides, y arena. En los ojos. Agua y té con Oumar mientras hablamos de sus ganas de escribir. El viento se levantaba y se calmaba de formas que yo aun no lograba comprender y que por lo tanto me parecía impredecible. Sin embargo ciertas personas caminan y como si lo adivinaran cambiaban el rostro o las manos un par de fracciones antes de que se presentaran de nuevo las ráfagas.. ¿lo sabrán? Me preguntaba, o simplemente lo hacen y ya, y se la pasan tambien quejándose de la arena en la piel. Hacía calor y en el sol yo estaba tranqui, las personas con menos melanina y horas tropicales en la piel, sudaban así, copiosamente, como dicen.

Pirámides tiene una onda algo hippiesca, (de hippie, no de hipódromo) y buena energía. Hay algo de misterio en el aire, y existe allí una casa con puerta y ventanas tallada en una cueva, justo al ladito del mar. Alguien -que pudo o no haber sido yo- preguntó al guía por el nombre del pueblo. Él, que no conocía la respuesta, improvisó, y lo hizo convincentemente. Miró a la pequeña península y observando que parecía tener distintas capas y niveles de erosión dirigió la mirada ingenua de nuestros ojos turistas y justo cuando una amiga incauta empezaba a decir algo que hubiese sonado muy parecido a "ahhhh.." el guía que también se llamaba Gastón (el tercero de este relato) en un brote de respetable honestidad confesó diciendo: ¿me creyeron? Porque sinceramente no tengo idea. Sin mucho esfuerzo, mi memoria fue con algunos "guías" de la zona colonial, específicamente frente a la catedral primada, y los cuentos que se tragan cientos de incautos turistas europeos. Aquí pasaba lo mismo, salvo que no eramos cientos, sino una docena y había un africano, y un caribeño.


X

De vuelta al hostel, nos anotamos para un asado. Algo tarde, cosa que haría rabiar a Gastón -el segundo- que por suerte había comprado un poquito más, así que no hubo drama. En ese trance conversé con Gastón, Federico y Carolina. Más tarde conocería también al Rama, quien toda la semana sufriría del síndrome del huesped conocido, porque alguién ocuparía su cama casi cada noche a partir de ese día, y era todo un drama porque cada vez que salía y volvía había alguién diferente en su lugar y él terminaría reubicado. Seguro que en alguien como él inspiraron ricitos de oro, solo que él era los osos.. así que conoció de primera mano todas las habitaciones del lugar. Pero el asado había estado impresionante. Todo mundo se fue en una felicitando y aplaudiendo merecidamente al chef (el segundo Gastón) y la gente reía y se brindaba en muchos idiomas.


XI

Ya había decidido bucear. Pregunté y me recomendaron un lugar. Ya sabía donde estaba, lo había pasado cuando caminé desde la estación. Así que en la mañana siguiente me presenté y pregunté por el openwater.

Luego aparece el gringo, un rubio con el humor a flor de piel, igual que los tatuajes, ambos, recursos muy efectivos para desarrollarle síndrome de estocolmo a estudiantes inadvertidos, y sobre todo a quienes no le tienen aun mucha confianza al agua. El caso es que me inscribo me mandan a estudiar el manual y las tablas. Me explica que estábamos a merced del clima, del viento, específicamente. Mientras hubiese viento desde norte la visibilidad sería muy pobre y no valdría la pena. Lo que yo no sabía era que el que fuera verano complicaba el asunto.

Pase en la tarde por la playa y me presentan a Paratore, Carlos, que me orienta mientras realizó los primeros ejercicios de aguas confinadas. Regresamos. Debía regresar al día siguiente para conocer a mis compañeros de curso. Así que leí y volví en la tarde a ver unos videos según lo acordado. Ahí conocí a Normita y al Señor Bazan, con quienes compartiría la impaciencias y angustias los próximos días contemplando el mar sin la posibilidad de sumergirnos. Así que compartimos otro tipo de conversaciones más cercanas al pecho..


X

Norma, que resultó ser la madre de Carlos, es una apasionada del baile y la danza, en especial la salsa, pasión que comparte con su hija y que las llevo a conocer Cuba. Lucho, (a quién no recuerdo que le dijéramos así y estoy casi seguro que le decíamos Luis) viajaba con su compañera, quien había sido muy paciente con la situación de la espera frente al mar, lo que a él lo ponía a dar saltos entre la cama y el mar, situación que es, por mucho, más satisfactoria y placentera que la de espada y la pared, pero que consume muchísima energía y por lo tanto, requería buena alimentación.

Cuando no estábamos juntos, mientras tanto, pasaba tiempo en el hostel, esperando, leyendo, simulando leer, tratando de leer, hablando con la Carolina, revisando windguru y evitando una guitarra que me estaba mirando mal.



H. (CONTINUARÁ..)

lunes, 16 de mayo de 2011

PUERTO MADRYN II

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dedicado a una amiga a la que la palabra pingüino daba risa; y que alguien me diga si a ese no le dijeron que se parara ahí


VI

Comer frente al mar tiene su encanto. Madryn estaba bien, aunque no podía dejar de pensar que si esta gente conociera Samaná no volverían nunca, y aunque el agua era algo fría, igual, el lugar me gustaba. Caminé por la ciudad, de la costa hacia adentro. Al regreso en una pared una frase sugerente: "aunque el barco se siente seguro en puerto; no fue hecho para eso", me imaginé conversando con el barco ebrio, pero en seguida me pareció algo complicado porque ya era suficientemente díficil hablar con algunos barcos cuando están sobrios, pero este además hablaría en francés... recordé una conversación con Ella, cuando todavía era el nosotros, a partir de Felipe y Lavinia y la orilla calma, y me pregunté si a veces había yo buscado lo mismo, conocía de antemano la respuesta, así que seguí caminando, y caminaba cuando el viento empezó a soplar.


VII

Así de la nada. Impresionante. La primera caricia me pareció algo brusca, seca, hecha de arena. Mi primer encuentro con el viento de la Patagonia, pensé, pero aún no sabía lo que eso significaba.

En el transcurso de los próximos días por el Hostel, pasarían hombres y mujeres de cuatro continentes. Algunos y algunas de las cuales volvería a encontrar más al sur, mientras tanto, éramos casi una docena en el minibús hacía Península Valdés. Al principio solo hablaban de ballenas y pingüinos, luego cuatro se durmieron, menos mal, y poco a poco, muy de a poco, empezamos a observar el camino, y apreciarlo. El guía era jóven y parco, aunque con destellos de un humor irónico pero cansado. Conversé con él un rato, mientras le preguntaba sobre lugares interesantes para detenerme en mi camimo al sur, me sugirió un par de lugares y estrategias. Me pareció un buen tipo, solo que no parecía disfrutar ese día su trabajo.

VIII

Ese día hubo sol. Mucho sol, poco viento. Aun sentado en el minibús me sentí como un pollito, llevado por mamá gallina a todas partes. Pero era eso o acampar y pasarme un par de días caminando.. pero al rato una foto al primer guanaco de la patagonia, animal todavía para mí despresenciado hasta entonces, y al que solo conocía de libros y por los relatos y fotos de Mauricio en su viaje por los andes de hacía casi un año. Esa foto dio pie a la primera conversación con Katka y Marián, que iban sentados en el asiento a mi espalda. No hablamos mucho, y hablamos de tecnología, de educación de las rodillas y las espaldas, de la vida y la salud (ni una sola vez de ballenas ni pingüinos) y pasó una de esas cosas que uno no sabe bien como pasan, esa sensación de lugares comunes, parecida a la familiaridad, que de vez en cuando uno descubre con personas que a lo mejor no volvería a ver, pero quisiera.

Así que era un tour con pastoreo incluído y el recorrido fue el siguiente: primero una parada en el museo, luego a la reserva de lobos, luego a la reserva de pingüinos, luego a ver los elefantes marinos. En el camino, vimos guanacos, armadillos y ñandúes. En algún momento después de los elefantes comimos. De ahí fuimos a Puerto Pirámides. 


H. (CONTINUARÁ...) 
 

PUERTO MADRYN I

Madryn, Madryn..
Había salido a las ocho de la noche. Todo el proceso había sido ordinario: comprar un pasaje esperar que se acercara la hora, ir al baño, esperar, tomar un café, esperar, acercarme a la plataforma, esperar, subir al autobús, esperar, salir a buscar agua y esperar. Por suerte entre espera y espera, y durante ellas, habían en mi música e imágenes, y por suerte también tenía lápices y papel para rayar. Mientras organizo el bulto en el que tenía los libros y las libretas un jóven me pregunta si era ese el bus que salía hacía Madryn, el de las ocho le dije, (porque había otro cinco minutos antes) dió las gracias y se fue, cada cual espera a su manera pensé y reí conmigo.

II

Reía porque pensaba en mi mamá, porque sabía que mortificarse por eso era inutil, pues una vez el bus arrancase, se iniciaría un recorrido de por lo menos que 16 horas que me haría pensar en la vez que Gian y yo, con nuestras referencias de país medioisleño y chiquito, rentamos un auto para ir a Iguazú, haciendo cocote con que aunque nos tomara tres días llegar apreciaríamos mejor el paisaje, haríamos fotos, nos pararíamos en los pueblos a probar los dulces típicos y conversar con las doñas que venden café cerca de las glorietas de los parques duartes argentinos. La idea contaba con la aprobación de Melisa y Martín quienes se habían motivado y no conocían esa zona, pero no contamos con la astucia de los ingenieros viales, la inmesidad de las pampas, y las ganas de cobrar impuestos de los gobiernos argentinos, porque se trató sin dudas de uno de los caminos más monótemáticos de la historia. Hasta que llegamos a las ruínas jesuítica, no solo no pasamos por ningún pueblo, ni siquiera un mísero pueblito fantasma, sino que el camino es básicamente se trató de una cuasi recta de 1350 kilómetros, desde Buenos Aires, en la que solo vimos pasto, vacas y estaciones de peaje.. No me malinterpreten, al principio me pareció deslumbrante el mirar hasta el horizonte y que la vista alcanzara (y voy a decir esto en sentido estrictamente literal) hasta el lugar donde la yerba y el cielo se encontraban. Fue impresionante, al principio, pero el caso es que lo mucho hasta dios lo ve y 20 horas después solamente con cuatro discos: uno de Juan Luis, uno de Los Redondos, y -vaya a saber dios por qué- dos grandes éxitos (distintos pero con casi las mismas canciones) de Robbie Williams, así que hagan ustedes la matemáticas... pero ya de eso hacía seis años, y había aprendido mi lección, o eso esperaba.

III

El camino fue largo y en general silente. Dormí parte de la noche y en algún momento conversé con tres personas intersantes. Dos eran pareja, él, músico y publicista; ella, productora y también publicista. El tercero un chico de Viedma que trabaja investigando fórmulas y técnicas para el uso de adobe en la construcción de vivienda. Los dos hombres parecían haber mochileado bastante, compartían impresiones sobre lugares y rutas más remotas que las que la mayoría suele seguir. Yo escuchaba y preguntaba. Al rato hubo silencio, luego llegamos a Viedma, y consumida la mañana a Puerto Madryn.

IV

Llegamos al mediodía. Como pronto sería rutina, pregunté por direcciones, La chica de turismo en la estación fue muy diligente y caminé hacia la parada del colectivo en la dirección que me indicó. Esperé varios minutos hasta que me di cuenta eran solo diez cuadras y decidí caminar.

Madryn -como muchas ciudades con la palabra puerto en su nombre- está marcada por el mar. Aunque ha crecido mucho, alejándose un poco más de él, su vida económica está ligada al turismo ecológico y en especial el turismo de mar: playa, buceo/snorkel, avistamiento de ballenas, lobos marinos, delfines... es una especie de puerta de entrada a la Reserva Natural de la Península Valdés. Solo que está puerta tiene entre 85 y 100 mil habitantes.

Caminé por el malecón, que acá le dicen costanera, y me parecio agradable. Había buen tiempo, y me entretenía leyendo los nombres de las calles que nacían y morían en la avenida. En un par de minutos llegué al hostel, donde un tipo al que aquí le dirían pelado (caco pelao en buen dominicano) muerto de risa me abre la puerta. Se presenta, se llama Gastón. "Hola, me llamo Gastón" dijo a la vez que preguntaba si yo era Harry, lo cual me pareció algo frikeante por lo sospechosamente eficiente, pero el tipo tenía buena energía, y cuando le dije que , respondió: "escribió un amigo tuyo de MardelPlata, que secuestraste su whisky", luego se ríe y me dice que me deseó buen viaje y que le escribiera que era problable que nos veríamos más al sur. Así me recibió el primero de los Gastones que conocería en este lugar. Después de pasar me orienta sobre las actividades y posibilidades que ofrecía esta región, era suficiente para mantenerse entretenido un par de días.. yo quería bucear.


V

Alguién tocó la puerta. Gastón abre. Entra un muchacho que me pareció familiar, cuando habló me di cuenta que era el mismo que me había preguntado por el autobús, antes de salir. Su nombre es Oumer y era la primera persona que conocía que fuera originaria de Etiopía. Estaba viajando un par de meses por sudamérica mientras decidía entre varias ofertas de trabajo que le abrían posibilidades en distintos paises, me pareció buen método, pensé y creo que le dije, pero era mediodía, hacía hambre y salimos a comer. Al día siguiente iríamos a Península Valdés, había que ver unos pingüinos.



H.  (CONTINUARÁ)

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jueves, 5 de mayo de 2011

MAR DEL PLATA III

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la tarde que al caer lo deja todo intacto, no se lastima. lobos y barcos acompañan.


XII

Me senté un rato en el balcón, traté de escribir sin lograr nada bueno, ¿Te gusta el whisky? Me preguntó Vincent así como de la nada. , respondí y me entregó una chata de una marca que perfectamente podría pronunciar, pero debido a que su calidad es de una extraordinaria semejanza con el McAlbert, joya de la licorcultura dominicana, prefiero no hacerlo. Tendrá su momento pensé y lo guardé en el morral, pero el caso es que Vincent y yo hablamos un rato de nuestros respectivos viajes e impresiones sobre la vida nocturna de Mar Del Plata, descubrí una sensibilidad que no había logrado sospechar y en algún punto -antes o después del Whisky- me invitó a una fiesta, que en el camino caí en cuenta que se trataba de una de disfraces... De cualquier modo, primero fue necesario hacer una necesaria parada técnica: milanesas. Luego una segunda parada técnica: teipi (cinta adhesiva para quienes no son versados en la jerga "técnica" dominicana) necesario para fijar las garras de wolverine, que había sido el disfraz elegido por Vincent, de quien debo decir que debido a su pelo, las pastillas y la forma de su cara consiguió lograr un asombroso parecido. Una vez cumplidos estos importantes requerimientos, caminamos un par de kilómetros hasta el lugar. La mar estaba en calma, la noche fresca, abierta.


XIII

De esa noche: la calma en el aire, el edificio angosto, la música en la azotea, el libro para la cumpleañera, la boda de las maquillistas y el fantasma de papel, los ojos de Magda, la luna, un balcón, las palabras de María, un bailar en la calle, un viaje en autobús, una promesa que seguro no se cumplirá.. La mañana siguiente, un quedarnos dormidos en la playa y una "leve" insolación. Después una ducha, un correr a la estación, un par de abrazos, un nos vemos en Rosario, un adiós. Para entonces ya nos habíamos despedido de Javier, Guada y Guido y Javi, al Vincent no lo ví, pero lo volvería a ver en el camino. Sara y María subieron al bondy a mitad de la tarde. Al caer el sol salí hacia Puerto Madryn. Había espacio para soñar.


XIV

Ya en el autobús, con las luces apagadas pensaba en una conversación con Sara y María sobre la necesidad de la esperanza. Ya habíamos cenado y el Totem estaba repleto: gente en la cocina, gente frente al televisor, gente en las habitaciones, gente en el piso, en el billar. Nosotros éramos los del piso. Yo quería tener que ofrecerles, pero no era el caso. Solo sentía que podía hablar desde mis fracasos: como gente, como revolucionario, como pareja, como profesor, desde este recién asumido miedo a la presión de ser referente para otros, yo que bien sabía que no podía ser ejemplo para nadie, lo cual parecía un punto de partida muy extraño y lo era.. sin embargo en mi cabeza parecía tener sentido. Me conmovió escucharles hablar sobre las formas en que lidiaban ellas con la indiferencia y apatía de sus medios. Si bien pensaba que esa era una conversación para alguien organizado, asumí no evitarla, ni esconderme. Porque el caso es que siempre habrían excusas para sentirnos miserables y no ser justos: yo no sé si doy para revolucionario, ciertamente he sido terrible como pareja y ya no me interesa ser profesor... cada quien tiene sus rollos y sus sillas.. pero si algo bueno tiene tocar fondo es que llegas a ese punto en que no te queda espacio para mentirte, y cada pequeña decisión toma aires de trascendencia.

Entre muchas cosas a mi me toca asumir mi manejo del poder y en especial mi machismo. Lo bueno es que esta vez tenía algo que antes no veía: ejemplos míos, muy claros y concretos a partir de los cuales trabajar, y por ahora -porque así lo había decidido- me tocaba hacerlo solo. Esa noche decidí aceptarlo en voz (o letra) alta y no rehuirle a la discusión politizada y política cuando la oportunidad se presentara, aunque por ahora, no me animaría a iniciarlas.

Yo crezco también cuando la gente que me rodea crece y es feliz, recordé. Sentí nostalgia. Sonreí. Salir de Mar del Plata con su sobredosis de gente, sus leones marinos, sus barquitos pintorescos, sus taxistas neuróticos, sus amaneceres, sus puestas de sol, sus los pies de ellas mojados y azules en la luz de su arena.. me hizo palpar lo mucho que había extrañado la mar. De algún modo, era también una necesidad orgánica. Una vez más traté de dormir.. agradecido .Algo de azul en los párpados..


entre acantilados y azules yo.. prefiero seguir sus pasos.




H.
MAR DEL PLATA 29-31 ENERO 2011.-