lunes, 7 de marzo de 2011

BUENOS AIRES V



XIX

Con frecuencia pregunto sobre política, aunque intento querer evitarlo. Tomás es profesor, lo recordaba a él y otro chico con barba, Pablo, de la última vez que había estado en Argentina. Aquella vez con mi hermano. Nos llamó mucho la atención la facilidad de conversar sobre política latinoamericana que encontramos en ellos, también que podían ser, y lo eran, bastante autocríticos con la Argentina.. nos parecieron bastante fuera del estereotipo porteño y se lo dijimos. “Es que la crisis nos ha dado humildad decía Pablo entre risas”. En parte era cierto. Explicaba como había cambiado la balanza en relación con otros países latinoamericanos. Antes los argentinos viajaban a todas partes y nadie viajaba a Argentina.. hoy bueno.. quizás sea otra historia.. De eso hace ya seis años. Esta vez no vi a Pablo. Tomás aún estaba allá, por supuesto no nos recordó, pero no importaba. Nos llevamos una buena impresión de Argentina aquella vez, y ellos eran parte de ella.


XX

Conversaba Tomás con cierta regularidad. Lo encontré en un estadio de vida distinto, esta vez, más papá, algo más tranquilo, y ciertamente algo cansado. Siempre con la música de sus caballos de batalla, especialmente Divididos. Le pregunté sobre la percepción Argentina del gobiernos de los Kichner. Su respuesta al inició me resultó algo familiar, “ante la triste situación de las izquierdas (la falta de propuestas) el menor de varios males” pero continuó para señalar varios aspectos que a él le parecián interesantes. A mi me intersó mucho la propuesta de ley de medios, un esfuerzo por regular la cantidad de patentes de propiedad de medios de comunicación que una persona o grupo financiero puede poseer, y que ha generado un encuentro frontal entre el gobierno y el grupo Clarín, cuyo control de los medios es absoluto en Argentina. Ya en Mar Del Plata este tema estaría sobre la palestra, pues resulta que los hijos adoptados por la dueña del grupo Clarín -la doña- resultan ser hijos de desaparecidos por la dictadura... “Lo bueno de cuando pelean entre ellos es que se sacan todos los trapitos que nunca salen cuando ellos están en buenas”, dirá Guada con sentimientos encontrados, cuando en Mar del Plata, me cuente sobre esa historia. Encontrados porque por un lado, resultaba tan indignante, y tan lleno de cinismo, el que hayan “adoptado” a estos chicos secuestrados, al tiempo que indigna saber que se maneje como un chisme de farándula en lugar de un asunto serio, y además se ponía en el lugar de estos muchachos que por todo lo que ellos saben son los dueños del país y ahora son hijos de todo lo que ellos han sido criados para negar y de lo cual reniegan.. Pero aun no estaba en Mar del Plata, y en todavía no sabía que terminaría yendo allá.. yo me preguntaba que pasaría en Santo Domingo si se intentara algo así.


XXI

Buenos Aires está llena de invisibles. Pero hay una hora en la que todos se organizan y asaltan sin compasión al ojo desprevenido. Y son familias enteras, con ropa, sin sacos ni corbatas, pero con zapatos en los dos pies, las que emergen de las sombras de los otros para sumergirse en la ciudad y sus escombros. En sus tanques, en sus contendedores, en donde guardan lo que ya no usan, lo vencido, lo que les sobra, y aún así funcionalmente invisibles para una mayoría que no se hiere con el espanto de estas escenas, con funciones que se repiten cada tarde, en el centro, en cada esquina, despúes de las siete y media.


XXII

Lo mejor de Buenos Aires es que está hecha para caminar, como si todavía creyeran que la gente es más importante que los carros y esas boludeses... Las aceras: amplias e iluminadas y hay transporte colectivo las veinticuatro horas. Como de todas las ciudades, la gente de dice que es invivible, pero se queda. Que es insegura, que no se puede andar, pero solo muy tarde acaso, quedan las calles vacías. En otras horas viven llenas, repletas de la misma gente que dice que en cada esquina te voltean... Tal ves Buenos Aires sea peligrosa, no lo se, no ha sido aun mi experiencia, quizá lo sea tan poco o tanto como cualquier otra ciudad de Latinoamerica, pero cuando ves laprensa pronto entiendes por qué, las dosis de miedo vienen en varios sabores y colores, y uno no puede evitar sentirse como en casa, solo elija el miedo que más se parezca a usted. Los diarios cuestan cuatro o cinco pesos, menos los domingos, que el miedo se paga tres pesos más caro.

XXIII

Así que como en cada ciudad, hay que creerle a las tripas. Sentir la ciudad. Ni temerle, ni subestimarla. Cuando hay dudas no hay duda, dijo De Niro en Ronin, magnifica sentencia. Y en el camino funciona más o menos así: hay más gente solidaria que gente que quiere hacerte daño. Todas las ciudades tienen sus riesgos. No privar en superheroe. Y aunque cueste, hay que aprender a observar, a sentir y a escuchar, y cuando un lugar te hace sentir extraña o extraño, cambia de ruta, aunque no entiendas bien por qué..


XXIV

Camino todo el tiempo. Buscando libros, imágenes, gente cantando. La redención a veces lleva por caminos extraños. Me gusta que la gente me muestre su Buenos Aires. Los rincones que hacen su cotidianidad, los que disfrutan, aquellos de los cuales parecieran no poder escapar, y ya marcados por su olor y sus huellas.

Además de heladerías Sophia buscaba siempre lecciones de tango, música en vivo y gente bailando. Había estudiado música en parecía realmente preocupada por no perderse un lugar, o un buen profesor. Le gustaba hablar con la gente, y mira a los ojos cuando habla. Quizás por eso nos hicimos amigos.

La conocí la mañana que Estele cambió para el hostel koreano. Hablábamos sobre cocodrilos con Sally: de Australia, del Amazonas, del Lago Enriquillo, y no tengo idea como la conversación había llegado ahí, creo que tenía que ver con que alguien por descuido había perdido un brazo y Sally aún conservaba los dos, pero el caso es que todo el mundo en el dormi terminó hablando de eso por un rato y después se volvió un chiste interno. Sally es una persona sumamente dulce, y considerada. Después de parsarse gran parte de su vida trabajando en puertos y con oenegés, había decidido conocer sudamérica. Llevaba varios meses viajando y le quedaban unos cuantos más por delante. Hay en su mirada y sus palabras experiencia y una cierta inocencia parecida a la ingenuidad. Y, como ya he dicho, a pesar de haber navegado en aguas llenas de cocodrilos, conservaba aun sus dos brazos y una honesta sonrisa.


XXV

Esa noche cenamos en Palermo. Como buen brasilero, Fernando necesitaba comer arroz, así que perfectamente podría haber sido dominicano. A él en particular le gusta el risotto, mucho, y de hecho cocina bien. Pero era la último finde de Carolina en Buenos Aires y decidimos comer fuera. Le pregunté a Sophia y a Sally si tenían planes y si se animaban. Sally había quedado ya con unos amigos y se iba en un rato. Sophia dijo que sí, así que tomamos un colectivo que tardó cuarenta y pico de minutos para atravesar la ciudad. Nos preocupamos un poco por la reservación, pero no mucho. Más interesante era el juego cultural, esa búsqueda de un lenguaje común, y cada una y uno, intentando aprender cosas de los demás. Aunque por un momento me pareció haber ofendido a Carolina con algún chiste impertinente sobre el tiempo que tardaríamos para llegar.. no lo comprobé nunca, debí haberlo hecho..


XXVI

Entramos al restaurant. Llegamos ahí por recomendación de una hermana de Carolina y Fernando. Mesa para cuatro. Fernando todavía tiene algunas limitaciones con el español, pero ya se defendía bastante bien. Recurría ocasionalmente a Carolina para consultar palabras que nuestro portuñol no alcanzaba a traducir. Sophia entendía español y hablaba bastante bien. No parecía que solo hubiese estudiado por tres meses. El mesero llega y amablemente nos preguntá si estamos listos para ordenar. Aun revisábamos el menú. Ordenamos. Fernando conversa con Carolina en portugués (aunque me gusta más decir brasilero..) cuando el mesero pregunta “desean algo para tomar, un buen vino quizás” Fernando, como el estudiante que está diciendo algo indebido cuando todo mundo de repente se calla, responde: obvio, con una entonación y una actitud que Sophia, el mesero y la mesa de al lado se ríen. Carolina que entiende lo que acaba de pasar ríe también, y Fernando, pregunta ¿qué? Cuando Carolina le explica, ríe también. Porque contaba una historia a su hermana en portugués y porque si en verdad hubiese escuchado al mesero, era obvio que esa hubiese sido su respuesta. 

Regresamos juntos al hostel. A carboncillo, dibujé un silencio en una suerte balcón. Callados miramos las estrellas. 


H. (CONTINUARÁ...)

Concluye en el post BUENOS AIRES VI  http://poetskeleto.blogspot.com/2011/03/buenos-aires-vi.html

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