jueves, 3 de febrero de 2011

BUENOS AIRES II



COLECTIVO 8 Y SAN TELMO. BUENOS AIRES, ARGENTINA.

VI

Estaba calmado, algo cansado, algo frío. Me había sentado junto a la ventana, con la mochila mojada en las piernas, de modo que no ocupara el asiento de al lado por si alguien lo necesitaba. Miraba el camino, me incliné un poco hacia adelante y apoyé sobre la mochila. Miraba hacia afuera. Las ventanas del colectivo estaban cerradas, por la lluvia. Una señora se sienta el asiento de al lado. La recuerdo vestida de azul, con pantalón blanco. Hablaba por el celular. Tenía las manos de quien trabaja con ellas.. su conversación se prolongaba. Yo trataba de no escuchar, pero escuché. Le decía a alguien que todo había salido bien, pero los colectiveros la ruta corta estaban en paro y debió tomar la 8, que dijera a la jefa que ya estaba en camino. Bajé de nuevo la cabeza, pensé en Julia, la vez que se lastimó la rodilla, y por más que yo le insistía solo pensaba en volver a trabajar.. no se por qué, pero sonreí. Vagamente, el trayecto se me antojaba familiar. Me quedaba dormido, así que opté por mirar más a la gente. Buenos Aires, Buenos Aires, que mestiza pareces esta segunda vuelta.. sonreí ¿cómo será esta vez? Pensé. El autobus, mojado por dentro, y por fuera, continuaba moviédose.

VII

Me confunden un par de vueltas del autobus. Me bajé una parada antes y caminé un par de cuadras en el sentido contrario al que buscaba. Me di cuenta, y empezé a preguntar. Ocho cuadras hacia atrás. Menos mal que pregunté. Así que serían 13 + 8, serían 21 cuadras, fácil. Pero empezó de nuevo a llover. Me refugié en un quiosco. Al vendedor no le hizo gracia, pero me dió igual. Lo saludé. No respondió. Entonces, paré a una transeunte que bajo la lluvia pasaba, en parte para que no se mojara, en parte para preguntarle, en parte para molestar al del quiosco. Se llamaba Mari, trabajaba en una librería en corrientes. Iba a llegar tarde, pero igual sonreía como quien tiene algo que contar pero no lo dice. Volví a mirar al del quisco, le pregunté si tenía mapas de la ciudad, dijo que sí, ¿y de Argentina entera? Dudó.. sí, dijo. ¿Cuánto cuesta esto? insistí tomando un periódico cualquiera... está bien, ni responda, muchas gracias, tenga usted un buen día. Y me fui. Lo vi cambiar de color. Mari me llevó hasta la esquina para mostrarme el camino hasta Balcarce.

VIII

Balcarce es una calle singular. Inicia a uno de los costados de la casa rosada, que es un edificio no muy agraciado, dónde se hacen fotos a quienes visitan a las cabezas de gobierno.

Al caminarla pronto te das cuenta que se tuerce, se confunde, se interrumpe, como un asalto al eficiente tramado cuadriculado de Buenos Aires. Si andas además, como la econtré yo, pensando en muchas cosas, ligeramente cargado, cuando lo descubras será ya tarde. En un azar levantarás la cabeza y encontrás un muro. Entonces, aplicarás la misma regla que cuando buceas: Detenerte, respirar, pensar, actuar. Verás que la calle perpendicular que te atraviesa se llama de otra forma. A tu izquierda Paseo Colón, una avenida que es la misma Alem, que es la misma Libertador; y varios metros a la derecha, tímidamente reaparecerá Balcarce, y la verás entonces hacerte un guiño como burlándose acaso de ti, y de sí misma, pensarás , pero recuerda que es una calle, que no puede hacer eso, así que es no te engañes, sabes que solo puede reirse de ti.

Continúa caminando. En verano hará calor. Dependiendo el día y la hora encuentras aceras, vendedores de frutas, parrillas, parrillas en las aceras, específicamente en los contenes, y sobre los contendedores, y gente con ganas de parrilla haciendo buen uso de una envidia secreta y pasajera.. en todas partes huele a carne y candela. Se ve que el diablo sabe de los gustos del mercado: cuando no es el pellejo propio el infierno no huele tan mal, pero falta el azufre.

IX

Estás en San Telmo y se nota, la gente anda a un ritmo curiosamente distinto, a veces insistente y necio, a veces simpático. Si te ven turista, escucharás mucho la palabra “tango”, aunque no tanto como en Defensa, y se va debilitando en la medida que avanzas. Para cuando llegas a la calle antes de Garay, el acoso suele haber desaparecido y se parece a una calle tranquila, de cualquier otro barrio tranquilo. Por ahí llegas y pasas frente a S.. un Hostel donde he dormido a veces (y de donde una vez me echaron para que no me quedara estancado en Buenos Aires), y frente al edificio donde vive Doña Luisa, a quien conocí cazando heladerías con Sophia.

X

Rondaban las 12 cuando la conocimos. Era de noche. Sobre Bolivar, dos señoras, mayores, conversaban distraídas sobre política, y recetas. Comieron helados que parecían como de frutas con dulce de leche y  rieron mucho. Sophia, con alemana tenacidad, se pregunta sobre si tenía o no derecho a tirarles una foto. Tratá sin flash, le digo jugando a mi acento porteño. Lo hizo, no sirvió, salió muy oscura. La había adivinado. Te embromaste, le dije. ¿qué es bromaste? Preguntó ella.. Problemas, pensé, no tenía ganas de traducir, te fuñiste, te jodiste...

Sonrió, le gustaba aprender palabras nuevas, sobre todo de esas que te dan muchas formas para decir lo mismo. Así que asintió, y repitió: em-bro-mas-te... ¿embromé, che? Casi, dije, es reflexivo. Reflexivo dijo, me embromé.. (pausa) obvio.. (pausa) ¿tu crees?¿qué creés?

Ahora era ella la del acento y lo dijo como una carretilla, con una urgencia callada, parecida al lamento del que tiene que irse, sin todavía quererlo, como si temiera perder el momento de abrazar. La ví. Me ví. Me conmovió. Te queda una oportunidad: preguntá, (me divertía con el acento, porque ahora ella no sabía si hablarme de tu o de vos..), no lo hizo, pero la ví, y a mí, así que lo hice yo.

Una hora después ya no estabamos sobre Bolivar, hace rato habían ya muerto los helados. Una hora después andábamos de nuevo en Balcarce, tomando sidra en casa de Luisa, una de las doñas, mientras nos contaba sobre su hijo, la historia de su nuera, sobre la gente en buenos aires y los zafacones. Sobre la desgracia de que el país haya vivido el gobierno de aquel que porque da mala suerte, como un voldemort argentino, no debe ser nombrado. Hablamos también de nuestros viajes y sobre el resto de América Latina, en especial de Bolivia.. Cerca de las 2, nos despedimos. Si nos llevamos de ella amanecemos ahí. Le prometimos que en par de días recibiría copias de las fotos. Preguntó cuanto iba a costar, por quinta vez le dijimos nada, no lo creía, y cada vez nos abrazaba, y nos decía lindos. Entonces nos fuimos: Balcarce, Garay, Defensa.. Sin prisa deambulamos. Un rato en Plaza Dorrego, regresamos al hostel.

XI

Al otro día, a buscar un banco, sobre Defensa hasta Plaza de Mayo, Encontré cajero con dinero. Tuve suerte. Había escases de billetes en argentina (en el sentido literal, no en el figurado), pero fue la única vez -que tuve suerte- no porque no hubiese más billetes argentinos en los cajeros, ni porque me faltara dinero en la cuenta, sino, por la incompetencia olímpica de la asociación de ahorros que maneja mi cuenta en Dominicana.. en fin, el caso es que la tarjeta más nunca ha servido... y me tocaría conocer todos los cajeros de buenos aires pasando vergüenza.. Después que te piden código, tipo de cuenta, tipo de transacción, te explican que hay un cargo por transacción internacional con otro banco, y le das a todo “confirmar”, esperas 6 segundos más para que el cajero te diga altanero: no puede usar su tarjeta en este cajero, retírela. Con lo que me gustan a mi los bancos. En esos momentos, por un pedacito de tiempo, un chin chin de momento, lamenté no tener más un colchón.

Pensé en el corralito y lo que debió sentirse, en la gente y el aumento de estadísticas sobre números de infartos, y otras cosas molestas y tristes, así que visité la casa rosada, donde por el bicentenario, hay una exposición sobre héroes nacionales de cada país. Allí encontré el retrato de Duarte más feo que visto en toda mi vida. Donado por el excelentísimo presidente de la República, el Sr. Dr. Leonel Fernandez Reyna, a quien más tarde que temprano, si algo podemos aprender de Argentina, antes que sea tarde, deberemos empezar a tratar de Voldemort.

Después de concluido el tour de los pollitos que te dan por dentro, en el que apenas te explican nada importante (y que por alguna razóm me hizo pensar en Ojo de Agua en Salcedo), para respirar, salí a la calle.

XII

Balcarce, en fin, es una calle intermitente, de inocencia interrumpida. La mejor interrupción de aparece de lejos como es una elevación verde, que al acercarte te recibe con una leve depresión, y una cancha, en la que chicos juegan a correr, mientras una banda de tambores jóvenes, practica su coordinación. Escaleras. Pobladas de despemplados y turistas, público cautivo, rodeado una verde superficie cuya extensión y belleza desde la calle apenas se percibe, pero no se adivina.

Subí, pise la yerba en vez de fumarla. Me quedé descalzo. Respiré. El parque tenía buen nombre... 

H. (CONTINUARÁ...)

Continúa en el post BUENOS AIRES III http://poetskeleto.blogspot.com/2011/02/semana-i-buenos-aires.html