viernes, 25 de febrero de 2011

BUENOS AIRES III


Estaba en el parque cuando conocí a Cristóbal. Acababa de cumplir 81 años, hacía unas semanas. De él se que tiene dos nietas que lo vuelven loco, y habla muchísimo de ellas. Estoy convencido de que disfruta mucho el ser abuelo. Le gusta caminar y conversar, sobre todo lo segundo, y mucho. A mi también, así que hicimos buena liga, pero sin decirlo ninguno, con mucha conscienca desarrollamos una suerte de código para turnarnos sin forzar. A mi me parece que funcionó, no se que pensará él, pero como él habló más creo que no habrán muchas quejas.

Caía la tarde, es decir, eran como las 8:30 pm. Sí y el sol como que no era con él, como si le pagaran muy bien el tiempo extra, o tal ves era la luna la que le había pedido con picardía que la cubriera.

XIV

El caso es que yo estaba descalzo, sentado en un banco cuidadosamente seleccionado: por el fresco, los árboles, y la vista. En la cara que da a Balcarce, en la cancha, chicas y chicos practicaban con el tambor. La gente se aglomeraba a su alrededor y la cancha, poco a poco se volvía teatro. Las chicas y chicos se divertían, la gente sentada, movía pies y cabeza siguiendo el ritmo.

Les compemplé un rato, seguí, me adentré en el parque, me detuvé, respiré, me senté. Lápiz, felpas de colores, cuaderno para garabatos. Anoté las primeras impresiones sobre buenos aires, desde ezeiza.

Es ahí, en el preciso momento en que encuentro la palabra “mestizo” para referirme a Baires, que una sombra amablemente me arropa: primero los pies, escalando hasta los tobillos y las rodillas.. la observo con curiosidad hasta que me doy cuenta que no se trata de una sombra sola, si no que un par de pies, con zapatos, y tobillos y pantalón, le seguía bien de cerca hasta detenerse, a medio metro de los míos.

Levanto la mirada, sonrío y un hombre viejo, ligeramente inclinado hacia adelante, me devuelve una sonrisa. Traía anteojos, con su correspondiente par de ojos detrás. En ellos curiosidad y algo parecido a la timidez, pero que no era eso.

¿Es usted poeta? me pregunta. Yo no respondo, me cogió fuera de base, me sentí como un cliché y algo avergonzado. Esa es una palabra grande llegué a decir, no lo sé, pero a veces trato con insistencia..

Músico entonces, dijo.. ¿y de donde habrá salido este viejo? Pensé y me preparé a sacarlo de su error. Es que ya menos gente se sienta en los parques, dijo sin pausa para tomar aire. Esto va para largo pensé, este hombre conoce las artes secretas del hablar sin poder ser cortésmente interrumpido, era evidente. Pero estaba bien, me pareció simpático. También yo tenía ganas de conversar.

XV

Dos horas y con veintitrés minutos pasaron desde que preguntó si podía sentarse. Hablamos de los parques, las familias, de San Telmo, de lo mucho que ha cambiado buenos aires, de sus nietas. Me preguntó sobre el secreto de la vida, de las manos, de los rostros y el trabajo. Había vivido en la nueve de julio mucho antes de ser abuelo. Buenos Aires era entonces mucho más pequeño. Había trabajado en el ejército, primero como metalúrgico, luego como mecánico. Sus manos, en especial sus dedos hablaban de esa historia. Con emoción y despacio, él se divertía hablando y haciéndo mi perfil, yo, evitando la tentación de hacer el suyo. Pero sabía que había estudiado psicología por algo en la forma en que ordenaba sus preguntas y sus interpretaciones. Le gustaba la literatura y había trabajdo como marino mercante. Para estos días era sobre todo y orgullosamente abuelo.

Me presentó a algunos vecinos que paseaban con sus perros, y me contaba algo de ellos. Antes de despedirnos me regaló versos de José Hernández, y escuchó con paciencia un par de versos míos.. Los caballos del silencio repitió.. alude a la muerte, afirmó como quien medita. Había sido un placer. Nos despedimos. Yo partí. La noche quedó tendida. Me toca aprender a soñar.  


H. (CONTINUARÁ...)

Continúa en el post BUENOS AIRES IV http://poetskeleto.blogspot.com/2011/02/semana-i-buenos-aires-continuacion_27.html