lunes, 16 de mayo de 2011

PUERTO MADRYN I

Madryn, Madryn..
Había salido a las ocho de la noche. Todo el proceso había sido ordinario: comprar un pasaje esperar que se acercara la hora, ir al baño, esperar, tomar un café, esperar, acercarme a la plataforma, esperar, subir al autobús, esperar, salir a buscar agua y esperar. Por suerte entre espera y espera, y durante ellas, habían en mi música e imágenes, y por suerte también tenía lápices y papel para rayar. Mientras organizo el bulto en el que tenía los libros y las libretas un jóven me pregunta si era ese el bus que salía hacía Madryn, el de las ocho le dije, (porque había otro cinco minutos antes) dió las gracias y se fue, cada cual espera a su manera pensé y reí conmigo.

II

Reía porque pensaba en mi mamá, porque sabía que mortificarse por eso era inutil, pues una vez el bus arrancase, se iniciaría un recorrido de por lo menos que 16 horas que me haría pensar en la vez que Gian y yo, con nuestras referencias de país medioisleño y chiquito, rentamos un auto para ir a Iguazú, haciendo cocote con que aunque nos tomara tres días llegar apreciaríamos mejor el paisaje, haríamos fotos, nos pararíamos en los pueblos a probar los dulces típicos y conversar con las doñas que venden café cerca de las glorietas de los parques duartes argentinos. La idea contaba con la aprobación de Melisa y Martín quienes se habían motivado y no conocían esa zona, pero no contamos con la astucia de los ingenieros viales, la inmesidad de las pampas, y las ganas de cobrar impuestos de los gobiernos argentinos, porque se trató sin dudas de uno de los caminos más monótemáticos de la historia. Hasta que llegamos a las ruínas jesuítica, no solo no pasamos por ningún pueblo, ni siquiera un mísero pueblito fantasma, sino que el camino es básicamente se trató de una cuasi recta de 1350 kilómetros, desde Buenos Aires, en la que solo vimos pasto, vacas y estaciones de peaje.. No me malinterpreten, al principio me pareció deslumbrante el mirar hasta el horizonte y que la vista alcanzara (y voy a decir esto en sentido estrictamente literal) hasta el lugar donde la yerba y el cielo se encontraban. Fue impresionante, al principio, pero el caso es que lo mucho hasta dios lo ve y 20 horas después solamente con cuatro discos: uno de Juan Luis, uno de Los Redondos, y -vaya a saber dios por qué- dos grandes éxitos (distintos pero con casi las mismas canciones) de Robbie Williams, así que hagan ustedes la matemáticas... pero ya de eso hacía seis años, y había aprendido mi lección, o eso esperaba.

III

El camino fue largo y en general silente. Dormí parte de la noche y en algún momento conversé con tres personas intersantes. Dos eran pareja, él, músico y publicista; ella, productora y también publicista. El tercero un chico de Viedma que trabaja investigando fórmulas y técnicas para el uso de adobe en la construcción de vivienda. Los dos hombres parecían haber mochileado bastante, compartían impresiones sobre lugares y rutas más remotas que las que la mayoría suele seguir. Yo escuchaba y preguntaba. Al rato hubo silencio, luego llegamos a Viedma, y consumida la mañana a Puerto Madryn.

IV

Llegamos al mediodía. Como pronto sería rutina, pregunté por direcciones, La chica de turismo en la estación fue muy diligente y caminé hacia la parada del colectivo en la dirección que me indicó. Esperé varios minutos hasta que me di cuenta eran solo diez cuadras y decidí caminar.

Madryn -como muchas ciudades con la palabra puerto en su nombre- está marcada por el mar. Aunque ha crecido mucho, alejándose un poco más de él, su vida económica está ligada al turismo ecológico y en especial el turismo de mar: playa, buceo/snorkel, avistamiento de ballenas, lobos marinos, delfines... es una especie de puerta de entrada a la Reserva Natural de la Península Valdés. Solo que está puerta tiene entre 85 y 100 mil habitantes.

Caminé por el malecón, que acá le dicen costanera, y me parecio agradable. Había buen tiempo, y me entretenía leyendo los nombres de las calles que nacían y morían en la avenida. En un par de minutos llegué al hostel, donde un tipo al que aquí le dirían pelado (caco pelao en buen dominicano) muerto de risa me abre la puerta. Se presenta, se llama Gastón. "Hola, me llamo Gastón" dijo a la vez que preguntaba si yo era Harry, lo cual me pareció algo frikeante por lo sospechosamente eficiente, pero el tipo tenía buena energía, y cuando le dije que , respondió: "escribió un amigo tuyo de MardelPlata, que secuestraste su whisky", luego se ríe y me dice que me deseó buen viaje y que le escribiera que era problable que nos veríamos más al sur. Así me recibió el primero de los Gastones que conocería en este lugar. Después de pasar me orienta sobre las actividades y posibilidades que ofrecía esta región, era suficiente para mantenerse entretenido un par de días.. yo quería bucear.


V

Alguién tocó la puerta. Gastón abre. Entra un muchacho que me pareció familiar, cuando habló me di cuenta que era el mismo que me había preguntado por el autobús, antes de salir. Su nombre es Oumer y era la primera persona que conocía que fuera originaria de Etiopía. Estaba viajando un par de meses por sudamérica mientras decidía entre varias ofertas de trabajo que le abrían posibilidades en distintos paises, me pareció buen método, pensé y creo que le dije, pero era mediodía, hacía hambre y salimos a comer. Al día siguiente iríamos a Península Valdés, había que ver unos pingüinos.



H.  (CONTINUARÁ)

Continúa en el post PUERTO MADRYN II http://poetskeleto.blogspot.com/2011/05/puerto-madryn-ii.html