lunes, 16 de mayo de 2011

PUERTO MADRYN II

continúa desde el post PUERTO MADRYN I http://poetskeleto.blogspot.com/2011/05/puerto-madryn-i.html

dedicado a una amiga a la que la palabra pingüino daba risa; y que alguien me diga si a ese no le dijeron que se parara ahí


VI

Comer frente al mar tiene su encanto. Madryn estaba bien, aunque no podía dejar de pensar que si esta gente conociera Samaná no volverían nunca, y aunque el agua era algo fría, igual, el lugar me gustaba. Caminé por la ciudad, de la costa hacia adentro. Al regreso en una pared una frase sugerente: "aunque el barco se siente seguro en puerto; no fue hecho para eso", me imaginé conversando con el barco ebrio, pero en seguida me pareció algo complicado porque ya era suficientemente díficil hablar con algunos barcos cuando están sobrios, pero este además hablaría en francés... recordé una conversación con Ella, cuando todavía era el nosotros, a partir de Felipe y Lavinia y la orilla calma, y me pregunté si a veces había yo buscado lo mismo, conocía de antemano la respuesta, así que seguí caminando, y caminaba cuando el viento empezó a soplar.


VII

Así de la nada. Impresionante. La primera caricia me pareció algo brusca, seca, hecha de arena. Mi primer encuentro con el viento de la Patagonia, pensé, pero aún no sabía lo que eso significaba.

En el transcurso de los próximos días por el Hostel, pasarían hombres y mujeres de cuatro continentes. Algunos y algunas de las cuales volvería a encontrar más al sur, mientras tanto, éramos casi una docena en el minibús hacía Península Valdés. Al principio solo hablaban de ballenas y pingüinos, luego cuatro se durmieron, menos mal, y poco a poco, muy de a poco, empezamos a observar el camino, y apreciarlo. El guía era jóven y parco, aunque con destellos de un humor irónico pero cansado. Conversé con él un rato, mientras le preguntaba sobre lugares interesantes para detenerme en mi camimo al sur, me sugirió un par de lugares y estrategias. Me pareció un buen tipo, solo que no parecía disfrutar ese día su trabajo.

VIII

Ese día hubo sol. Mucho sol, poco viento. Aun sentado en el minibús me sentí como un pollito, llevado por mamá gallina a todas partes. Pero era eso o acampar y pasarme un par de días caminando.. pero al rato una foto al primer guanaco de la patagonia, animal todavía para mí despresenciado hasta entonces, y al que solo conocía de libros y por los relatos y fotos de Mauricio en su viaje por los andes de hacía casi un año. Esa foto dio pie a la primera conversación con Katka y Marián, que iban sentados en el asiento a mi espalda. No hablamos mucho, y hablamos de tecnología, de educación de las rodillas y las espaldas, de la vida y la salud (ni una sola vez de ballenas ni pingüinos) y pasó una de esas cosas que uno no sabe bien como pasan, esa sensación de lugares comunes, parecida a la familiaridad, que de vez en cuando uno descubre con personas que a lo mejor no volvería a ver, pero quisiera.

Así que era un tour con pastoreo incluído y el recorrido fue el siguiente: primero una parada en el museo, luego a la reserva de lobos, luego a la reserva de pingüinos, luego a ver los elefantes marinos. En el camino, vimos guanacos, armadillos y ñandúes. En algún momento después de los elefantes comimos. De ahí fuimos a Puerto Pirámides. 


H. (CONTINUARÁ...)