domingo, 28 de agosto de 2011

RUTAS ARGENTINAS III: DE TRELEW A COMODORO

continúa del post RUTAS ARGENTINAS II: http://poetskeleto.blogspot.com/2011/08/rutas-argentinas-ii-trelew-un-viajero-y.html


XI

Después de varios intentos infructuosos (tres), un camionero amablemente me explicó que probablemente tendría más suerte con aquellos camiones que no tuvieran rótulos, pues la mayoría de las compañias, por seguridad, tenían prohibido levantar gente, mientras más grande la compañía, más control y así por el estilo. Entonces, después de hablar con quienes cargaban combustible y con la gente en la cafetería, salí a la pista. Agua en una mano, mochila en el piso, cabeza en alto. Dedo gordo de la mano derecha apuntando hacia el cielo. Contacto visual, agradecer al quien sonríe y a quien no. Divertirse con quienes con uno se divierten, y desearle el bien a aquellos que por alguna incomprensible razón parecieran ofenderse con la petición o la presencia. Todo el punto está, en que si hay buen clima la pasarás tan bien como estés dispuesto. Aunque lo mismo aplica, pero diferente, al mal clima.


XII

Definitivamente es como pescar, pensé después de un rato y recordé a Nancy y la familia. Cerca de una hora después. Se detuvo un camnión. Era un mediano, Fernando, el conductor, tenía el pelo blanco, onda Richard Gere, pero con un buen bronceado producto probablemente de los años al volante. Escuchaba folklore argentino. Se sorprendió que conociera algunas de las canciones. Le gustaba mucho Mercedes Sosa y me preguntó como la conocía. Le conté sobre 7 días con el pueblo. Mientras tarareaba me preguntó cómo era Dominicana. Le conté del país de las maravillas, de la economía, de la cantidad de provincias y de diputados, del agua cristalina en Bahía de las Águilas, de la estafa de la Barrick Gold, de nuestro presidente cínico y mediático, de la inversión en educación, de cuál educación, del mar. Debió ser demasiada bronca para el camión porque se le empezó a subir la temperatura. Aparentemente se había averiado el electroventilador, y no podía pasar de quinta.


XIII

Fernando, originalmente iba hacia Puerto Deseado (donde hay una isla donde hay pinguinos de los que tienen las cejas amarillas), pero ibamos bastante despacio. Así no llegarmos nunca, alcanzó a decir Fernando mientras me habla de sus hijos, de la vida en el camión, de los sindicatos, de los Kirchner en Santa Cruz y el vínculo con Moyano. En algún momento Fernando dijo que no era posible llegar hasta deseado, que llegaríamos hasta Comodoro Rivadavia -capital petrolera de la Argentina- A las horas nos paramos en otra estación a tomar un café. Fernando hizo una llamada.


XIV

Le pregunté por los camioneros, los caminos y la seguridad. Él me contó que a él hacia un año que lo habían volteado, y que ahí se había quedado prácticamente en la calle y un amigo le da trabajo con sus camiones y así está trabajando para comprar una tierrita y hacer una casita en un lugar en la coordillera. Cuando llegamos a Comodoro, comimos unas milanesas, carísimas, como todo en Comodoro. Pero comimos bien, en un café que antes solía ser muy famoso, pero cuyo nombre no recuerdo. Después de un café (creo) salimos a esperar el camión relevo.

Una vez encontró un buen lugar para aparcar, me enseñó como desenganchar el trailer. No es que fuera dificil, pero nunca lo había hecho antes. Al final lo acompañé a un mecánico y a buscar la pieza que necesitaba y decidí hacer noche en comodoro.

XV

Mientras caía la tarde, nos sentamos a esperar. Mientras encendía un cigarrillo otro camión se detiene a nuestro lado. Resultó ser un amigo suyo al que tenía muchísimo tiempo que no veía y con quien nos fuimos a cenar. El amigo vive en Caleta Olivia y bueno entre pollo y cervezas se pusieron al día. Cerca de la medianoche nos despedimos. A la mañana temprano había que ir a dejar el camión. Esa noche el durmió en casa de su madre, con quien dice tener una relación complicada, mientras que yo, que tengo una relación complicada conmigo mismo, dormí en el camión. En la mañana siguiente me dejó en la estación de servicio que él entendía resultaba la más ventajosa, y me dió un par de recomendaciones. Ahí me despedí de Fernando.


H. (CONTINUARÁ)

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