lunes, 16 de mayo de 2011

PUERTO MADRYN II

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dedicado a una amiga a la que la palabra pingüino daba risa; y que alguien me diga si a ese no le dijeron que se parara ahí


VI

Comer frente al mar tiene su encanto. Madryn estaba bien, aunque no podía dejar de pensar que si esta gente conociera Samaná no volverían nunca, y aunque el agua era algo fría, igual, el lugar me gustaba. Caminé por la ciudad, de la costa hacia adentro. Al regreso en una pared una frase sugerente: "aunque el barco se siente seguro en puerto; no fue hecho para eso", me imaginé conversando con el barco ebrio, pero en seguida me pareció algo complicado porque ya era suficientemente díficil hablar con algunos barcos cuando están sobrios, pero este además hablaría en francés... recordé una conversación con Ella, cuando todavía era el nosotros, a partir de Felipe y Lavinia y la orilla calma, y me pregunté si a veces había yo buscado lo mismo, conocía de antemano la respuesta, así que seguí caminando, y caminaba cuando el viento empezó a soplar.


VII

Así de la nada. Impresionante. La primera caricia me pareció algo brusca, seca, hecha de arena. Mi primer encuentro con el viento de la Patagonia, pensé, pero aún no sabía lo que eso significaba.

En el transcurso de los próximos días por el Hostel, pasarían hombres y mujeres de cuatro continentes. Algunos y algunas de las cuales volvería a encontrar más al sur, mientras tanto, éramos casi una docena en el minibús hacía Península Valdés. Al principio solo hablaban de ballenas y pingüinos, luego cuatro se durmieron, menos mal, y poco a poco, muy de a poco, empezamos a observar el camino, y apreciarlo. El guía era jóven y parco, aunque con destellos de un humor irónico pero cansado. Conversé con él un rato, mientras le preguntaba sobre lugares interesantes para detenerme en mi camimo al sur, me sugirió un par de lugares y estrategias. Me pareció un buen tipo, solo que no parecía disfrutar ese día su trabajo.

VIII

Ese día hubo sol. Mucho sol, poco viento. Aun sentado en el minibús me sentí como un pollito, llevado por mamá gallina a todas partes. Pero era eso o acampar y pasarme un par de días caminando.. pero al rato una foto al primer guanaco de la patagonia, animal todavía para mí despresenciado hasta entonces, y al que solo conocía de libros y por los relatos y fotos de Mauricio en su viaje por los andes de hacía casi un año. Esa foto dio pie a la primera conversación con Katka y Marián, que iban sentados en el asiento a mi espalda. No hablamos mucho, y hablamos de tecnología, de educación de las rodillas y las espaldas, de la vida y la salud (ni una sola vez de ballenas ni pingüinos) y pasó una de esas cosas que uno no sabe bien como pasan, esa sensación de lugares comunes, parecida a la familiaridad, que de vez en cuando uno descubre con personas que a lo mejor no volvería a ver, pero quisiera.

Así que era un tour con pastoreo incluído y el recorrido fue el siguiente: primero una parada en el museo, luego a la reserva de lobos, luego a la reserva de pingüinos, luego a ver los elefantes marinos. En el camino, vimos guanacos, armadillos y ñandúes. En algún momento después de los elefantes comimos. De ahí fuimos a Puerto Pirámides. 


H. (CONTINUARÁ...) 
 

PUERTO MADRYN I

Madryn, Madryn..
Había salido a las ocho de la noche. Todo el proceso había sido ordinario: comprar un pasaje esperar que se acercara la hora, ir al baño, esperar, tomar un café, esperar, acercarme a la plataforma, esperar, subir al autobús, esperar, salir a buscar agua y esperar. Por suerte entre espera y espera, y durante ellas, habían en mi música e imágenes, y por suerte también tenía lápices y papel para rayar. Mientras organizo el bulto en el que tenía los libros y las libretas un jóven me pregunta si era ese el bus que salía hacía Madryn, el de las ocho le dije, (porque había otro cinco minutos antes) dió las gracias y se fue, cada cual espera a su manera pensé y reí conmigo.

II

Reía porque pensaba en mi mamá, porque sabía que mortificarse por eso era inutil, pues una vez el bus arrancase, se iniciaría un recorrido de por lo menos que 16 horas que me haría pensar en la vez que Gian y yo, con nuestras referencias de país medioisleño y chiquito, rentamos un auto para ir a Iguazú, haciendo cocote con que aunque nos tomara tres días llegar apreciaríamos mejor el paisaje, haríamos fotos, nos pararíamos en los pueblos a probar los dulces típicos y conversar con las doñas que venden café cerca de las glorietas de los parques duartes argentinos. La idea contaba con la aprobación de Melisa y Martín quienes se habían motivado y no conocían esa zona, pero no contamos con la astucia de los ingenieros viales, la inmesidad de las pampas, y las ganas de cobrar impuestos de los gobiernos argentinos, porque se trató sin dudas de uno de los caminos más monótemáticos de la historia. Hasta que llegamos a las ruínas jesuítica, no solo no pasamos por ningún pueblo, ni siquiera un mísero pueblito fantasma, sino que el camino es básicamente se trató de una cuasi recta de 1350 kilómetros, desde Buenos Aires, en la que solo vimos pasto, vacas y estaciones de peaje.. No me malinterpreten, al principio me pareció deslumbrante el mirar hasta el horizonte y que la vista alcanzara (y voy a decir esto en sentido estrictamente literal) hasta el lugar donde la yerba y el cielo se encontraban. Fue impresionante, al principio, pero el caso es que lo mucho hasta dios lo ve y 20 horas después solamente con cuatro discos: uno de Juan Luis, uno de Los Redondos, y -vaya a saber dios por qué- dos grandes éxitos (distintos pero con casi las mismas canciones) de Robbie Williams, así que hagan ustedes la matemáticas... pero ya de eso hacía seis años, y había aprendido mi lección, o eso esperaba.

III

El camino fue largo y en general silente. Dormí parte de la noche y en algún momento conversé con tres personas intersantes. Dos eran pareja, él, músico y publicista; ella, productora y también publicista. El tercero un chico de Viedma que trabaja investigando fórmulas y técnicas para el uso de adobe en la construcción de vivienda. Los dos hombres parecían haber mochileado bastante, compartían impresiones sobre lugares y rutas más remotas que las que la mayoría suele seguir. Yo escuchaba y preguntaba. Al rato hubo silencio, luego llegamos a Viedma, y consumida la mañana a Puerto Madryn.

IV

Llegamos al mediodía. Como pronto sería rutina, pregunté por direcciones, La chica de turismo en la estación fue muy diligente y caminé hacia la parada del colectivo en la dirección que me indicó. Esperé varios minutos hasta que me di cuenta eran solo diez cuadras y decidí caminar.

Madryn -como muchas ciudades con la palabra puerto en su nombre- está marcada por el mar. Aunque ha crecido mucho, alejándose un poco más de él, su vida económica está ligada al turismo ecológico y en especial el turismo de mar: playa, buceo/snorkel, avistamiento de ballenas, lobos marinos, delfines... es una especie de puerta de entrada a la Reserva Natural de la Península Valdés. Solo que está puerta tiene entre 85 y 100 mil habitantes.

Caminé por el malecón, que acá le dicen costanera, y me parecio agradable. Había buen tiempo, y me entretenía leyendo los nombres de las calles que nacían y morían en la avenida. En un par de minutos llegué al hostel, donde un tipo al que aquí le dirían pelado (caco pelao en buen dominicano) muerto de risa me abre la puerta. Se presenta, se llama Gastón. "Hola, me llamo Gastón" dijo a la vez que preguntaba si yo era Harry, lo cual me pareció algo frikeante por lo sospechosamente eficiente, pero el tipo tenía buena energía, y cuando le dije que , respondió: "escribió un amigo tuyo de MardelPlata, que secuestraste su whisky", luego se ríe y me dice que me deseó buen viaje y que le escribiera que era problable que nos veríamos más al sur. Así me recibió el primero de los Gastones que conocería en este lugar. Después de pasar me orienta sobre las actividades y posibilidades que ofrecía esta región, era suficiente para mantenerse entretenido un par de días.. yo quería bucear.


V

Alguién tocó la puerta. Gastón abre. Entra un muchacho que me pareció familiar, cuando habló me di cuenta que era el mismo que me había preguntado por el autobús, antes de salir. Su nombre es Oumer y era la primera persona que conocía que fuera originaria de Etiopía. Estaba viajando un par de meses por sudamérica mientras decidía entre varias ofertas de trabajo que le abrían posibilidades en distintos paises, me pareció buen método, pensé y creo que le dije, pero era mediodía, hacía hambre y salimos a comer. Al día siguiente iríamos a Península Valdés, había que ver unos pingüinos.



H.  (CONTINUARÁ)

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jueves, 5 de mayo de 2011

MAR DEL PLATA III

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la tarde que al caer lo deja todo intacto, no se lastima. lobos y barcos acompañan.


XII

Me senté un rato en el balcón, traté de escribir sin lograr nada bueno, ¿Te gusta el whisky? Me preguntó Vincent así como de la nada. , respondí y me entregó una chata de una marca que perfectamente podría pronunciar, pero debido a que su calidad es de una extraordinaria semejanza con el McAlbert, joya de la licorcultura dominicana, prefiero no hacerlo. Tendrá su momento pensé y lo guardé en el morral, pero el caso es que Vincent y yo hablamos un rato de nuestros respectivos viajes e impresiones sobre la vida nocturna de Mar Del Plata, descubrí una sensibilidad que no había logrado sospechar y en algún punto -antes o después del Whisky- me invitó a una fiesta, que en el camino caí en cuenta que se trataba de una de disfraces... De cualquier modo, primero fue necesario hacer una necesaria parada técnica: milanesas. Luego una segunda parada técnica: teipi (cinta adhesiva para quienes no son versados en la jerga "técnica" dominicana) necesario para fijar las garras de wolverine, que había sido el disfraz elegido por Vincent, de quien debo decir que debido a su pelo, las pastillas y la forma de su cara consiguió lograr un asombroso parecido. Una vez cumplidos estos importantes requerimientos, caminamos un par de kilómetros hasta el lugar. La mar estaba en calma, la noche fresca, abierta.


XIII

De esa noche: la calma en el aire, el edificio angosto, la música en la azotea, el libro para la cumpleañera, la boda de las maquillistas y el fantasma de papel, los ojos de Magda, la luna, un balcón, las palabras de María, un bailar en la calle, un viaje en autobús, una promesa que seguro no se cumplirá.. La mañana siguiente, un quedarnos dormidos en la playa y una "leve" insolación. Después una ducha, un correr a la estación, un par de abrazos, un nos vemos en Rosario, un adiós. Para entonces ya nos habíamos despedido de Javier, Guada y Guido y Javi, al Vincent no lo ví, pero lo volvería a ver en el camino. Sara y María subieron al bondy a mitad de la tarde. Al caer el sol salí hacia Puerto Madryn. Había espacio para soñar.


XIV

Ya en el autobús, con las luces apagadas pensaba en una conversación con Sara y María sobre la necesidad de la esperanza. Ya habíamos cenado y el Totem estaba repleto: gente en la cocina, gente frente al televisor, gente en las habitaciones, gente en el piso, en el billar. Nosotros éramos los del piso. Yo quería tener que ofrecerles, pero no era el caso. Solo sentía que podía hablar desde mis fracasos: como gente, como revolucionario, como pareja, como profesor, desde este recién asumido miedo a la presión de ser referente para otros, yo que bien sabía que no podía ser ejemplo para nadie, lo cual parecía un punto de partida muy extraño y lo era.. sin embargo en mi cabeza parecía tener sentido. Me conmovió escucharles hablar sobre las formas en que lidiaban ellas con la indiferencia y apatía de sus medios. Si bien pensaba que esa era una conversación para alguien organizado, asumí no evitarla, ni esconderme. Porque el caso es que siempre habrían excusas para sentirnos miserables y no ser justos: yo no sé si doy para revolucionario, ciertamente he sido terrible como pareja y ya no me interesa ser profesor... cada quien tiene sus rollos y sus sillas.. pero si algo bueno tiene tocar fondo es que llegas a ese punto en que no te queda espacio para mentirte, y cada pequeña decisión toma aires de trascendencia.

Entre muchas cosas a mi me toca asumir mi manejo del poder y en especial mi machismo. Lo bueno es que esta vez tenía algo que antes no veía: ejemplos míos, muy claros y concretos a partir de los cuales trabajar, y por ahora -porque así lo había decidido- me tocaba hacerlo solo. Esa noche decidí aceptarlo en voz (o letra) alta y no rehuirle a la discusión politizada y política cuando la oportunidad se presentara, aunque por ahora, no me animaría a iniciarlas.

Yo crezco también cuando la gente que me rodea crece y es feliz, recordé. Sentí nostalgia. Sonreí. Salir de Mar del Plata con su sobredosis de gente, sus leones marinos, sus barquitos pintorescos, sus taxistas neuróticos, sus amaneceres, sus puestas de sol, sus los pies de ellas mojados y azules en la luz de su arena.. me hizo palpar lo mucho que había extrañado la mar. De algún modo, era también una necesidad orgánica. Una vez más traté de dormir.. agradecido .Algo de azul en los párpados..


entre acantilados y azules yo.. prefiero seguir sus pasos.




H.
MAR DEL PLATA 29-31 ENERO 2011.-


sábado, 30 de abril de 2011

MAR DEL PLATA II

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en Mar del Plata junto a los perros del amanecer..


V

Desperté temprano. Muy temprano. Había muerto Elena Walsh hacía poco más de una semana y muchas de sus canciones sonaban todos los días. Salí a fotografiar el amanecer. La cámara era nueva, el viaje era nuevo y estaba en pilas. Guido, que cubría el turno de la amanecida, confesó riendo que había subestimado mi fiebre. En algún momento del ascenso solar, las chicas me alcanzaron. Ya clareaba, y la playa estaba llena de perros fotogénicos, borrachos y un ciclista dormido. 

VI

Al regresar, las chicas volvieron a dormir. Me quedé en el living viendo las noticias y conversando con Javier, quién me contaba sobre la correlación de fuerzas en la política argentina en estos días. Me contaba como había repensado la historia nacional que conocía a partir de los trabajos de Felipe Pigna y su aproximación a la historia de la Argentina, y me recomendó empezar por 1810, pero porque anoté Pigena en lugar de Pigna, no fue hasta que en El Calafate, Leo me sacó del error mientras me recomendaba leer La Cajita Infeliz de Eduardo Sartelli. Curiosamente encontraría los libros de Pigna en el LibroCafé en uno del los regresos al Calafate casi dos meses después.

VII

Pero esa misma mañana, tras el primer amanecer llegó el Javi, -uno distinto, otro- un muchacho joven que ya ha vivido muchas. Lo primero que hizo, fue aclarar unas dudas sobre la autenticidad de los nuevos billetes argentinos que, al parecer, ahora los hacían en Brasil y la gente andaba algo confundida. Hace un tiempo había trabajado como cajero y por eso sabía. Ahora estudiaba filosofía y le gustaba pensar a Nietzche. Tenía un par de días en La Feliz, viendo a su novia que estaba en casa de sus viejos, con quienes cenaría la siguiente noche. Hablamos de la vida, los caminos, de los beatles, the doors y un músico amigo suyo que se había ido a probar suerte a Colombia. Después, fumó un de un par de puchos se fue a dormir un rato.

VIII

Decidimos buscar aguas más tranquilas, así que tomamos el 221 (único que se podía pagar con efectivo) hasta la última parada, que después del transfer a otro autobús, nos dejaba en Acantilados.. Pero antes, mientras esperábamos, Sara había desaparecido. Ah sí, ella hace eso a veces dijo tranquila María. Cuando reapareció había una sonrisa grande en su rostro y alfajores en sus manos. "Estos son los mejores del mundo" decía, y nos dió uno a cada uno. A mi me tocó de Membrillo, fruto para mi hasta el momento desconocido, lo que a ellas les causó gran sorpresa y entonces quedaron en que tenían que darme a probar la tarta friola, y otras facturas membrillescas. Si bien cumplieron su promesa, al membrillo lo conocería en persona (o en fruto debería decir) sino hasta tres meses después, en Chile Chico, cuando Kate, maroteando en el patio de Doña María, encontró algo que parecía una pera con aires de guayaba y que a ella le sabía entre a piña y a mango, y que ni ella, ni Andrew, ni yo supimos identificar, hasta que nuestra anfitriona se encargo de las cortesías de lugar y nos presentó como debe ser: mostrándonos la fruta y preparando un buen postre.. Así que eso pasó cuando regresó Sara. Y entonces, dado que los autobuses estaban repletos, decidimos comer primero e hicimos un picnic, en una buena sombra en el parque central. Cuando terminamos encontramos autobús.

IX

Había mucha gente, para ser la playa que era, pero igual se podía era mucho más tranquila. Un una pareja como salida del Imagianium del Dr. Parnasus, atraviesa la playa. Él tira de una carreta, a la gitana, llena de telas, vestidos y otras prendas. De vez en vez se detenían y hablaban con la gente, pensé que debía escribir un corto para esos personajes y su carreta en el mar, traté de filmarles, y les filmé, pero no logré la toma que quería.

X

Salí del mar cuando empecé a temblar (porque el agua de acá es un poquito demasiado fría para este cuerpo tropicalizado). Cuando me vine del mar Sara dibujaba y pintaba. María hablaba con su nuevo mejor amigo. Me senté con la espalda en una gran roca y dormí un poco. Fue mi primera "siesta" argentina. Tenía ganas de hacer fotos del atardecer desde el rompeolas en el puerto, así que regresamos antes de que cayera el sol. Un solo tapón. Nos quedamos en la estación del puerto. De camino al Cristo, saludamos a los lobos marinos en la reserva. Encontramos, además barcos iluminados con sutileza y gracia, tanta, que no parecía ser a propósito.. A María le había cogido con conquistar cada pilotillo en los casi dos kilómetros de recorrido, pero parecía muy feliz, así que había que dejarla. 

XI

Era curioso, vi el sol salir cada día que estuve en Mar del Plata. Cuando regresamos de Acantilados, había anunciado un concierto de Palito Ortega (sin comentarios) y No Te Va a Gustar, un grupo joven de Uruguay que está sonando mucho en estos días. Cuando llegamos al Hostel, Sara desapareció, cuando reapareció resultó estar hace rato dormida, al parecer mucho sol. Así que se volvió calabaza. María también parecía estar en descansar. Yo.. no; pero estaba tranquilo y en mi cabeza seguía sonando la misma canción:





H. (CONTINUARÁ...)

viernes, 29 de abril de 2011

MAR DEL PLATA I


El sol sale en MardelPlata y entre tanto hay una luz..


I

Toda MardelPlata dormía cuando llegué a la estación. Eran cerca de las 5:00 a.m. El bondy llegó una ahora antes de lo que esperaba. No importaba. Busqué café en la terminal, también un par de medialunas. Esperé un rato a que saliera el sol. Cuando subió, busqué el este y caminé. Esperé por un colectivo que fuera al centro. Llegó, pregunté, subí. Una vez frente a la máquina, no encontré donde colocar las monedas, "solo tarjeta" dijo el conductor. "¿Cómo hacemos pues? Acabo de llegar, no sabía.. repliqué tranquilo. "Pregunte a ver si alguién tiene crédito en su tarjeta y dele los dos pesos" me respondió, y preguntó él mismo antes de que yo abriera la boca. Una joven se ofreció, le dí las gracias, por favor me dijo.


II

Me quedé en la San Martín una peatonal que nace o muere en el malecón, y que a esa hora, salvo el chico del quiosko de los periódicos estaba desierta. Necesitaba encontrar hospedaje, y sabía que debía hacerlo bien temprano porque era jueves y estas semanas La Feliz estaba que reventaba, pero era jueves y a esa hora TODO estaba cerrado. Caminé buscando hostels, locutorios con internet o algún lugar con wi-fi. Nada. Caminé por la costa, me pareció hermosa la calma, y al mismo tiempo curiosa, había imaginado una ciudad sin sueño, y encontré la Mar en calma. Me gustó la "decepción", pero necesitaba conseguir cama. Pregunté al joven del quiosko si conocía de hospedajes baratos y limpios. Me dijo que siguiera sobre la San Martín y buscara cerca de la farmacia, a mano derecha. Caminé según las instrucciones y lo encontré, toqué y nadie respondió. Cerca de las 8am, encontré un Ciber abierto. Busqué por referencias y disponibilidad de hospedajes en esta ciudad, anoté las direcciones y los teléfonos de las opciones que me parecieron y ordené la lista de acuerdo a la impresión que me dieron.

Empecé a llamar. Conseguí un espacio en lo que parecía un buen lugar, cuando estoy anotando las instrucciones, se corta la llamada antes del tiempo que se supone había pagado. Cuando cuelgo y levanto para volver a llamar el telefono no tiene tono, y en la pantallita verde dice estar ocupado y que trate más tarde. ¿Cómo así? Pensé, traté una vez más y lo solté en banda. Caminé hacia la dirección que tenía, y preguntando llegué a Roma, o al Totem, que esté caso era lo mismo. Cuando abrieron, dije hola, mi nombre es.. llamé hace un rato preguntando si tenían cama en un dormi y se interrumpió la llamada...

Sí, que bueno que llegaste me dijo Guada quien tomó mis datos y en un plano de la ciudad me orientó rápidamente. Era todavía temprano y debí esperar, pero dejé mis cosas en el depósito y me senté a escribir. Al rato, salí a comprar vegetales y especias, tenía ganas de cocinar y comer bien que no siempre son la misma cosa. Cuando regresé me pusé a picar vegetales.


III

Picaba morrones verdes y amarillos cuando entraron dos muchachas con pinta de españolas, quién sabe por qué, pero esa fue la impresión que antes de hablar me dieron, mientras tanto sonarían Aznar y Drexler, como siempre que concinaba por esos días.

Hola saludó una de ellas, quizás por interés, quizás por cortesía, quizás porque me había apropiado de la cocina y querían decirme aunque tu no quieras te vamos a robar un par ollas y hornillas.. quién sabe, pero parecían simpáticas. Hola respondí.

Traían arroz. Sin decir nada les pasé una olla. Sin decir mucho, con un gesto una de ellas la recibió. La otra se había sentado en la mesa. Bueno, no sobre la mesa, no había necesidad. La cocina agradable, con buen espacio y con una mesa cuadrada con cuatro sillas y ella se había sentado en una de las sillas dejando caer los codos sobre el tablón y la cabeza sobre las manos que se encontraban conectadas a esos codos por medio de las muñecas y un par antebrazos largos y delgados.

¿Como se llaman? les pregunté mientras lavaba las hojas de albahaca. Sara y María respondieron. Y resultaba que no eran españolas sino rosarinas. María estaba en la mesa, a mi izquierda y ligeramente a mi espalda, Sara a mi otra izquierda en la estufa.

Sara y María de Rosario, les tengo una propuesta indecente, dije medio sin inmutarme. Sara que está moviendo el arroz, y que no se sonroja, pero casi, se sonríe !¿ah sí?! dijo, una propuesta indecente hum a ver.. María puso cara de no entender que estaba pasando, como si no hubiese escuchado bien o no le pareciera verdad..

Compartamos la comida. Almorcemos y cenemos juntos les propuse. Había picado suficientes vegetales para varias comidas, el pesto ya estaba envasado, tenía todo listo una pasta de tomates con crema de hongos para la cena y aún quedaba algo para mezclar con lo que hicieramos ahora, así que les propuse que prepararan ellas esa comida y yo la cena.

Ambas rieron, María acaba de entender toda la conversación y Sara que ahora reía más de los nervios que de la picardía, (porque atento a la gracia ahora le tocaba cocinar para tres incluyendo un perfecto e indecente extraño) empezó a hablar de su hermana que según ella era la que si cocinaba bien.. y empezó a mirar el arroz que no se secaba (porque habían comprado arroz para risotto) y dijo, bueno mañana tendremos que cocinar de nuevo para compensar por esta, porque eso es trampa. Mientras tanto te presento al sancocho. Yo me reí, mucho, y dije: lamento contradecirte pero esto quizás pueda pasar por asopao, pero NUNCA por sancoho (o será salcocho, esa antigua discusión semántica), y les conté un poco sobre las artes culinarias dominicanas. Mezclamos el arroz con vegetales y especias y comimos bien. Esa tarde fuimos juntos a caminar y buscamos playa.



IV

En la ciudad, gente por un tubo, y sin teatro. Normalmente poblada por 750 mil habitantes, esta semana sostenía a dos millones y medio de seres humanos llenando cada centímetro cuadrado de arena.

Caminamos por la costa, hacia el sur. Hacía un día hermoso, lo cual era sorprendente porque había amanecido realmente nublado. Cuando llegamos al lugar que nos habían recomendado, nos sentamos cerca del rompeolas. Cuando metí ambos pies en el agua, me di cuenta lo mucho que extrañaba el mar. El agua estaba algo fría pero las ganas de mar fueron más. Como siempre, pedí permiso y entre a nadar.

Sara y María le tenían sus reservas al mar. Una de sus madres es insistente con el riesgo de ahogarse y esas cosas.. algo relacionado con una tormenta, el viento y unas ventanas abriéndose a la fuerza. La otra dice que le da mucho frío. Entre tanto ahora sabía que eran amigas desde niñas y que cada mañana una de ellas mira por una ventana que antes vivía en la casa de la otra, lo cual pareció una imagen fantástica. Hablamos de música, de cine, de comida, de política y de literatura.. Además,y por supuesto y con mucho placer: muchísimas tonterías e incoherencias. De regreso al hostel, y después de una buena ducha, cenamos. Un rato en el balcón, una cerveza, un par de poemas, un par de cuentos de infancia, y de la no tan infancia, un par de fotos a la calle, descubrir que María podría ser un fantasma y a dormir. Había sido un buen día.


H.  (CONTINUARÁ...)

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martes, 8 de marzo de 2011

BUENOS AIRES VI

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XXV

Había tratado de comunicarme con la Vane toda la semana. Sin suerte. Pero yo sabía que no es lo mismo vivir en Buenos Aires que venir de visita, y que probablemente, y sobre todo al principio, tendríamos horarios muy diferentes. De modo que no fue problema. Cuando por fin nos vimos fue en su casa.

El 61 y el 152 harían el trabajo. Me tomó mucho llegar. Cuando llegué ella y César comían. Nos sentamos en el patio abierto, en donde un mural con un extrañísimo intento de mapa de la isla, dormía incompleto en la pared. Con la discresión que nos caracteriza cuando estamos juntos, y pensando en mi hermano, le pregunté a Vane si sentía demasiada nostalgia, con veneno por supuesto, me miró con cara de “¿eh?”. Si hay dos cosas que ella tiene, una es buena cultura musical (es de este tipo de gente que a quienes llamas cuando quieres recordar el nombre de alguna canción o alguna banda) y la otra es un elegante sentido de la estética, por lo que o el leit motive y la técnica del “mural” en su no provenían de ella, o las cosas andaban muy mal. Así que le volví a preguntar esta vez con un tono deliberadamente más irónico y señalando el mural. ¡Ay maldito! Tu no sabes la historia de eso, rió, me contó la historia, yo tenía razón. Habiéndo superado eso, nos pusimos un poco al día, escuchamos música, César tocó algo de guitarra, yo también, me sacaron una foto que parece portada de cd bachatero, o un comercial malísimo del Puma, y que, por, supuesto publicaron en el caraelibro.. entonces sería yo quien recibiría una merecida dosis de veneno.

Esperamos a Juanjo, con un par de cervezas. Pero había un encargo pendiente de entrega. Un roncito que ya debía sospecharse que iba a morir ese mismo día. Buenas conversaciones sobre movimientos sociales, sobre cine y literatura, son mis recuerdos de esa noche. Había pasado la media noche cuando me fui. Hacía frío, escuchaba un playlist con los Beatles, Spinetta (Almendra y Pescado Rabioso) y Esperanza Spalding. Por un rato, en la estación, sentí soledad y frío.


XXVI

Caminaba yo pensando en Información (en Romina, la del aeropuerto) mientras buscaba monedas en los bolsillos. Reí porque me di cuenta que me pasaba cada vez que no tenía las que necesitaba... Al final no encontré ninguna así que caminé más. No era problema.

Cuando eso pasa, normalmente los bolsillos andan llenos de facturas, papelitos con notitas, envolturas, tapas de lapiceros y demás objetos de servilidad dudosa. Pero esta vez, entre los escombros del día anterior, llevaba en los bolsillos, el listado de autores bralsileros que me había que había iniciado con Carolina, y completado con Marcos. Incluía novelistas, cuentistas y poetas, e incluía autores jóvenes.

Marcos llegó a Sandanzas un par de días antes de que saliera yo de Buenos Aires. Tocaba guitarra la primera vez que lo vi. Es profesor de literatura y edita Agua da Palabra una revista literaria digital. Nos vimos relativamente pocas veces, pero hablamos bastante, en portuñol por supuesto, nos entendimos bastante bien. Para mí, resultó evidente, nos volveremos a ver.

Así que este es el listado cortesía de Carolina y Marcos.

Cuentistas y novelistas: Guismarais Rosa, Machado de Assis, Clarice Lispector, Caio Fernando Abreu, Joao Gilberto Noll, Sergio Santanna, Silvano Santiago.

Poetas: Carlos Drummond de Andrade, Cecilia Meireles, Augusto de Campos, Haroldo de Campos, Ferreira Gullar, Casé Lontra Marques, Wladimir Diaz-Pino.


XXVII

Melisa y Martín esperaban su primer hijo. Yo había decidido que dejaría Buenos Aires el día después de conocer a Gabriel. Melisa tenía una panza grande y redonda, y aunque era como si la panza la tuviera a ella estaba radiante, me contaba que había tenido un embarazo feliz. Me enterneció y alegró mucho encontrarla así.

Martín trabaja en una lavandaría cerca del puerto. Meli me había escrito con la dirección, quedaba cerca de donde estaba parando, así que a ellos les pareció que era más fácil encontrarme con Martín e ir con él a la casa. Así lo hicimos. El único problema es que la Meli, erró el número así que dí un pequeño tour por el puerto, un par de minutos antes de encontrar el lugar que parecía más lógico que fuera. Efectivamente. Martín había salido a realizar una entrega, cuando regresó, me habló en dominicano: “dímelo tiguere quéloqué, de pura sepa, encendío” risas, abrazos.. Bueno verte ¿cómo estás vos? preguntó. Le conté sobre el viaje en el camino a su casa. En menos de una semana sería papá, sentí su emoción. Un hijo deseado, sonreí, pensé  en Maturana y sus ideas sobre la humanidad y lo humano... Gabriel tenía suerte, pensé, y me alegra.


XXVIII

Compartimos buen vino, nos pusimos al día. Preguntas, respuestas y planes. Su madre y uno de sus hermanos, vendrían a acompañar el parto, así que habría casa llena, una fiesta. Cenamos juntos esa noche. Meli tenía un antojo de pollo frito, antojo sorprendentemente dificil de satisfacer en Buenos Aires, como si no hubiese chinos, ni dominicanos en el área. En vano intentamos encontrar un lugar que un amigo de Martín había recientemente descubierto, así que comimos en lo de Carlitos, algo que llaman panquecas argentinas, que aunque tal ves sean argentinas, no tienen nada de panquei, y que viene relleno de lo que te dé la gana. Por alguna razón me hizo pensar en el Frank y su obsesión con las yaroas en Santiago.

Nos despedimos en la estación del Subte, me explicaron como llegar. Quedamos en volvernos a ver. Después que llegaron su madre y hermano, anduvimos primero Caminito, donde Ricardo descubriría sus dotes de tanguero, e intercambiaríamos un par de palabras con Foto con Diego, con un tipo cuya máxima virtud consiste en un asombroso parecido a Maradona. Todo un pesonaje, que de hecho era muy conocido. Un mes después, en el Chaltén, Angus, un escocés enorme, incluso para los estándares de la gente alta, me contaría que su foto le salió a precio especial porque Foto con Diego le insistía desde lejos: ¡oye gigante! ¡Gigante! ¡ven! ¡una foto con Diego!


XXIX

Un par de días después Melisa daría a luz a Gabriel y sería tiempo de partir al sur, pero aun, esto no ocurría. Todavía volví a ver a la Vane, César y Juanjo en un pub irlandés, donde hubo muy buena música, e iríamos juntos a un concierto de Catupecu. Todavía faltaba concocer a un cineasta de la India, Marcos, Falk... Gracias a Sophia ya había conocido a Miguel, un cantante lírico, amigo de su familia, que nos contaría la historia del tango y del bandoneón, y nos hablaría de cómo los antiguos obreros de la última fábrica de la europa del este, se están organizando a ver si logran dar con la piedra filosofal y lograr la resurrección del instrumento, antes de que desaparescan los que quedan, pero nos faltaba aun el concierto del Sexteto Mayor en el Torcatto Tasso, y los bares notables con Fernando y Marcos.


XXX

Conocí a Gabriel, el día después de su llegada. Me había enterado por el caraelibro exactamente como Ricardo había pronosticado. Era hermoso verles felices y cansados y felices. Gabriel abría y cerraba los ojos y con frecuencia parecía que riera. Cuando cerraron las horas de visita, nos despedimos. Esa noche cenamos con Fernando y Marcos, en una pizzería en Defensa. La mañana siguiente despedí a Sophia en la estación. Sabía que extrañariamos la cercanía, la música y la buena conversación. Nos despedimos con mucho cariño. Nos deseamos felicidad y suerte.

El resto de ese día deambulé por la ciudad. Hablé con Martín, visité a Melisa y Gabriel en la clínica. Hablé con César. Según habíamos quedado más temprano, traté de ver a la Vane, no la conseguí. Compré un par de alfajores, un jugo y un par de empanadas. Las señales estaban dadas. Hace rato era ya noche. Me dirigí a la estación de Retiro. Un minuto después de la mitad, dije adiós a Buenos Aires y partí hacia Mar del Plata. Pensé en lo que habían sido estas dos semanas. Sentí un millón de cosas. Guardé silencio. Sentí, seguro lloré, recordé no olvidar, extrañé, agradecido, dí las gracias.

H.
BUENOS AIRES 8-28 ENERO 2011.

lunes, 7 de marzo de 2011

BUENOS AIRES V



XIX

Con frecuencia pregunto sobre política, aunque intento querer evitarlo. Tomás es profesor, lo recordaba a él y otro chico con barba, Pablo, de la última vez que había estado en Argentina. Aquella vez con mi hermano. Nos llamó mucho la atención la facilidad de conversar sobre política latinoamericana que encontramos en ellos, también que podían ser, y lo eran, bastante autocríticos con la Argentina.. nos parecieron bastante fuera del estereotipo porteño y se lo dijimos. “Es que la crisis nos ha dado humildad decía Pablo entre risas”. En parte era cierto. Explicaba como había cambiado la balanza en relación con otros países latinoamericanos. Antes los argentinos viajaban a todas partes y nadie viajaba a Argentina.. hoy bueno.. quizás sea otra historia.. De eso hace ya seis años. Esta vez no vi a Pablo. Tomás aún estaba allá, por supuesto no nos recordó, pero no importaba. Nos llevamos una buena impresión de Argentina aquella vez, y ellos eran parte de ella.


XX

Conversaba Tomás con cierta regularidad. Lo encontré en un estadio de vida distinto, esta vez, más papá, algo más tranquilo, y ciertamente algo cansado. Siempre con la música de sus caballos de batalla, especialmente Divididos. Le pregunté sobre la percepción Argentina del gobiernos de los Kichner. Su respuesta al inició me resultó algo familiar, “ante la triste situación de las izquierdas (la falta de propuestas) el menor de varios males” pero continuó para señalar varios aspectos que a él le parecián interesantes. A mi me intersó mucho la propuesta de ley de medios, un esfuerzo por regular la cantidad de patentes de propiedad de medios de comunicación que una persona o grupo financiero puede poseer, y que ha generado un encuentro frontal entre el gobierno y el grupo Clarín, cuyo control de los medios es absoluto en Argentina. Ya en Mar Del Plata este tema estaría sobre la palestra, pues resulta que los hijos adoptados por la dueña del grupo Clarín -la doña- resultan ser hijos de desaparecidos por la dictadura... “Lo bueno de cuando pelean entre ellos es que se sacan todos los trapitos que nunca salen cuando ellos están en buenas”, dirá Guada con sentimientos encontrados, cuando en Mar del Plata, me cuente sobre esa historia. Encontrados porque por un lado, resultaba tan indignante, y tan lleno de cinismo, el que hayan “adoptado” a estos chicos secuestrados, al tiempo que indigna saber que se maneje como un chisme de farándula en lugar de un asunto serio, y además se ponía en el lugar de estos muchachos que por todo lo que ellos saben son los dueños del país y ahora son hijos de todo lo que ellos han sido criados para negar y de lo cual reniegan.. Pero aun no estaba en Mar del Plata, y en todavía no sabía que terminaría yendo allá.. yo me preguntaba que pasaría en Santo Domingo si se intentara algo así.


XXI

Buenos Aires está llena de invisibles. Pero hay una hora en la que todos se organizan y asaltan sin compasión al ojo desprevenido. Y son familias enteras, con ropa, sin sacos ni corbatas, pero con zapatos en los dos pies, las que emergen de las sombras de los otros para sumergirse en la ciudad y sus escombros. En sus tanques, en sus contendedores, en donde guardan lo que ya no usan, lo vencido, lo que les sobra, y aún así funcionalmente invisibles para una mayoría que no se hiere con el espanto de estas escenas, con funciones que se repiten cada tarde, en el centro, en cada esquina, despúes de las siete y media.


XXII

Lo mejor de Buenos Aires es que está hecha para caminar, como si todavía creyeran que la gente es más importante que los carros y esas boludeses... Las aceras: amplias e iluminadas y hay transporte colectivo las veinticuatro horas. Como de todas las ciudades, la gente de dice que es invivible, pero se queda. Que es insegura, que no se puede andar, pero solo muy tarde acaso, quedan las calles vacías. En otras horas viven llenas, repletas de la misma gente que dice que en cada esquina te voltean... Tal ves Buenos Aires sea peligrosa, no lo se, no ha sido aun mi experiencia, quizá lo sea tan poco o tanto como cualquier otra ciudad de Latinoamerica, pero cuando ves laprensa pronto entiendes por qué, las dosis de miedo vienen en varios sabores y colores, y uno no puede evitar sentirse como en casa, solo elija el miedo que más se parezca a usted. Los diarios cuestan cuatro o cinco pesos, menos los domingos, que el miedo se paga tres pesos más caro.

XXIII

Así que como en cada ciudad, hay que creerle a las tripas. Sentir la ciudad. Ni temerle, ni subestimarla. Cuando hay dudas no hay duda, dijo De Niro en Ronin, magnifica sentencia. Y en el camino funciona más o menos así: hay más gente solidaria que gente que quiere hacerte daño. Todas las ciudades tienen sus riesgos. No privar en superheroe. Y aunque cueste, hay que aprender a observar, a sentir y a escuchar, y cuando un lugar te hace sentir extraña o extraño, cambia de ruta, aunque no entiendas bien por qué..


XXIV

Camino todo el tiempo. Buscando libros, imágenes, gente cantando. La redención a veces lleva por caminos extraños. Me gusta que la gente me muestre su Buenos Aires. Los rincones que hacen su cotidianidad, los que disfrutan, aquellos de los cuales parecieran no poder escapar, y ya marcados por su olor y sus huellas.

Además de heladerías Sophia buscaba siempre lecciones de tango, música en vivo y gente bailando. Había estudiado música en parecía realmente preocupada por no perderse un lugar, o un buen profesor. Le gustaba hablar con la gente, y mira a los ojos cuando habla. Quizás por eso nos hicimos amigos.

La conocí la mañana que Estele cambió para el hostel koreano. Hablábamos sobre cocodrilos con Sally: de Australia, del Amazonas, del Lago Enriquillo, y no tengo idea como la conversación había llegado ahí, creo que tenía que ver con que alguien por descuido había perdido un brazo y Sally aún conservaba los dos, pero el caso es que todo el mundo en el dormi terminó hablando de eso por un rato y después se volvió un chiste interno. Sally es una persona sumamente dulce, y considerada. Después de parsarse gran parte de su vida trabajando en puertos y con oenegés, había decidido conocer sudamérica. Llevaba varios meses viajando y le quedaban unos cuantos más por delante. Hay en su mirada y sus palabras experiencia y una cierta inocencia parecida a la ingenuidad. Y, como ya he dicho, a pesar de haber navegado en aguas llenas de cocodrilos, conservaba aun sus dos brazos y una honesta sonrisa.


XXV

Esa noche cenamos en Palermo. Como buen brasilero, Fernando necesitaba comer arroz, así que perfectamente podría haber sido dominicano. A él en particular le gusta el risotto, mucho, y de hecho cocina bien. Pero era la último finde de Carolina en Buenos Aires y decidimos comer fuera. Le pregunté a Sophia y a Sally si tenían planes y si se animaban. Sally había quedado ya con unos amigos y se iba en un rato. Sophia dijo que sí, así que tomamos un colectivo que tardó cuarenta y pico de minutos para atravesar la ciudad. Nos preocupamos un poco por la reservación, pero no mucho. Más interesante era el juego cultural, esa búsqueda de un lenguaje común, y cada una y uno, intentando aprender cosas de los demás. Aunque por un momento me pareció haber ofendido a Carolina con algún chiste impertinente sobre el tiempo que tardaríamos para llegar.. no lo comprobé nunca, debí haberlo hecho..


XXVI

Entramos al restaurant. Llegamos ahí por recomendación de una hermana de Carolina y Fernando. Mesa para cuatro. Fernando todavía tiene algunas limitaciones con el español, pero ya se defendía bastante bien. Recurría ocasionalmente a Carolina para consultar palabras que nuestro portuñol no alcanzaba a traducir. Sophia entendía español y hablaba bastante bien. No parecía que solo hubiese estudiado por tres meses. El mesero llega y amablemente nos preguntá si estamos listos para ordenar. Aun revisábamos el menú. Ordenamos. Fernando conversa con Carolina en portugués (aunque me gusta más decir brasilero..) cuando el mesero pregunta “desean algo para tomar, un buen vino quizás” Fernando, como el estudiante que está diciendo algo indebido cuando todo mundo de repente se calla, responde: obvio, con una entonación y una actitud que Sophia, el mesero y la mesa de al lado se ríen. Carolina que entiende lo que acaba de pasar ríe también, y Fernando, pregunta ¿qué? Cuando Carolina le explica, ríe también. Porque contaba una historia a su hermana en portugués y porque si en verdad hubiese escuchado al mesero, era obvio que esa hubiese sido su respuesta. 

Regresamos juntos al hostel. A carboncillo, dibujé un silencio en una suerte balcón. Callados miramos las estrellas. 


H. (CONTINUARÁ...)

Concluye en el post BUENOS AIRES VI  http://poetskeleto.blogspot.com/2011/03/buenos-aires-vi.html